Erupciones históricas
Desde los primeros registros coloniales, el Cotopaxi ha presentado cinco periodos eruptivos: 1532-1534, 1742-1744, 1766-1768, 1853-1854 y 1877-1880. En la erupción de 1532-1534 se lanzaron grandes bloques que aún hoy se observan en el flanco norte, mientras que las fases posteriores dejaron capas abundantes de piedra pómez y escoria. Investigadores del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG-EPN) analizan estos depósitos para comprender cada fase eruptiva y mejorar la preparación ante futuros eventos.
Vigilancia y actividad reciente
A lo largo de 2025, el IG-EPN ha registrado que la actividad interna del Cotopaxi, aunque todavía catalogada como baja, muestra una tendencia al alza. El 16 de agosto se produjo un sismo de magnitud 4.8 ML localizado a 10 km al noreste del volcán, seguido de más de 140 réplicas menores. Al mismo tiempo, se han observado deformaciones en el edificio volcánico y variaciones en las emisiones de gases, ceniza y vapor, lo que motivó la emisión de alertas preventivas y el refuerzo del monitoreo especializado.
El Cotopaxi es considerado uno de los volcanes más peligrosos del mundo por su cercanía a zonas densamente pobladas como Quito, Latacunga y Sangolquí; la presencia de glaciares en su cumbre, que al derretirse podrían generar lahares; y su recurrencia histórica de erupciones de gran magnitud. Para reducir riesgos, el IG-EPN mantiene una red de vigilancia con 15 estaciones sísmicas activas, cámaras visuales y térmicas instaladas en los cuatro costados, sensores de dióxido de azufre y un “anillo externo” que garantiza mediciones continuas incluso si las estaciones cercanas al glaciar quedaran inutilizadas en caso de un gran evento eruptivo.
Preparativos y escenarios de futuro
Las autoridades de gestión de riesgo y la comunidad científica trabajan en planes de evacuación actualizados, rutas de salida claras y simulacros regulares en las poblaciones aledañas. En caso de una erupción futura, se prevé que los primeros indicadores podrían ser tremores de emisión y ligeras explosiones freáticas, seguidos de columnas de ceniza de varios kilómetros de altura. Los principales peligros incluirían caída de ceniza en los valles, flujos piroclásticos de baja intensidad y lahares que descenderían por los ríos Cutuchi y Pita, por lo que la comunicación temprana y el mantenimiento de las alertas serán fundamentales.
Aunque no hay una fecha exacta para una nueva erupción, la combinación de señales internas ascendentes y la lección dejada por los ciclos históricos subraya la importancia de mantener una vigilancia constante del Cotopaxi. La próxima erupción podría originarse tanto por ascenso de magma fresco como por desgasificación súbita de fluidos subterráneos, por lo que la capacidad de respuesta rápida y la colaboración entre instituciones y comunidades determinarán, en gran medida, la minimización de impactos.