Un temblor de 6,0 de magnitud golpeó la noche del 31 de agosto en la región oriental de Afganistán, con epicentro a 27 km al noreste de Jalalabad y a apenas 8 km de profundidad. Las provincias de Nangarhar y Kunar resultaron las más afectadas, donde cientos de aldeas construidas en adobe y piedra colapsaron, atrapando a decenas de familias bajo los escombros.
Las autoridades locales han confirmado al menos 812 fallecidos y más de 2 800 heridos, aunque se teme que el balance aumente a medida que los equipos de rescate accedan a zonas remotas. Los deslizamientos de tierra provocados por el sismo bloquearon carreteras y dificultaron la llegada de ayuda humanitaria, obligando a desplegar helicópteros militares para evacuar a los heridos.
Agencias de la ONU, incluida la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), la Organización Mundial de la Salud y Unicef, activaron operaciones de emergencia. Se han enviado equipos médicos móviles, suministros sanitarios y kits de higiene para atender las necesidades más urgentes de niños y familias desplazadas.
El gobierno talibán anunció la formación de un comité especial presidido por el primer ministro Mohammad Hasan Ajund para coordinar la respuesta al desastre. China, India y varios países árabes ya han ofrecido apoyo logístico y donaciones, mientras la Unión Europea y el papa León XIV expresaron su solidaridad con las víctimas.
Afganistán se encuentra en una zona de alta sismicidad por la convergencia de las placas india y euroasiática. Los expertos advierten que la frecuencia de movimientos telúricos exige reforzar los estándares de construcción en áreas rurales, donde la mayoría de las viviendas no resiste temblores de esta magnitud.
Organizaciones humanitarias y comunidades internacionales hacen un llamado urgente a donaciones y envío de fondos para garantizar alimentos, refugio y atención médica. En las próximas horas, se espera la llegada de convoyes de ayuda por carretera y nuevas misiones aéreas para llegar a las zonas más aisladas.